Viajar con EM
Judit Muñoz nos cuenta su experiencia en Australia.
«Quedarme sin hacer el viaje y perder la oportunidad de formarme por mi enfermedad nunca fue una opción para mí»
Judit Muñoz
Mi nombre es Judit Muñoz, tengo 26 años, soy matemática e investigadora predoctoral y hace cuatro años me diagnosticaron Esclerosis Múltiple. A menudo, las personas que padecemos una enfermedad crónica tenemos que enfrentarnos a más barreras de las que ya nos impone la propia enfermedad; sobre todo a quienes amamos viajar.
Gracias al proyecto europeo GEAGAM, tuve la oportunidad de realizar una estancia de investigación en una universidad de Perth (Australia). Dicha estancia me proporcionaba una oportunidad profesional de formación con los mejores investigadores en mi área, todo un reto tanto a nivel profesional como personal.
Pero la idea de viajar sola por primera vez y al otro lado del mundo estaba lejos de asustarme, por lo que no lo dudé ni un segundo antes de aceptar. La experiencia ha sido inolvidable, pero mentiría si dijera que los meses previos al viaje fueron un camino de rosas.
La experiencia ha sido inolvidable, pero mentiría si dijera que los meses previos al viaje fueron un camino de rosas.
El primer obstáculo con el que me encontré fue a la hora de contratar un seguro médico ya que, en España, no logré encontrar ninguna empresa aseguradora que cubra enfermedades crónicas o preexistentes. Y teniendo en cuenta que en Australia la sanidad es privada, en el caso de tener un brote, podría salirme muy caro. Afortunadamente, descubrí que existen empresas extranjeras que, tras una valoración del historial médico del paciente, ofrecen cobertura a personas con una situación estable.
El segundo inconveniente en mi viaje fue la aduana australiana. Por ley, está prohibido introducir en el país más dosis de la necesaria para tres meses de cualquier medicamento. Desde hace varios años, estoy tratándome con Rebif, un medicamento inyectable de dispensación hospitalaria que tiene que mantenerse en frío. Me puse en contacto con la aduana y la única alternativa que me dieron fue mandar la medicación por correo, pero ninguna empresa de paquetería me garantizaba conservar la cadena de frío tantos kilómetros. Por lo tanto, como no es posible comprarla en farmacias, no tuve más remedio que acortar mi viaje de cuatro meses a tres.
Hace apenas dos semanas que volví y estoy orgullosa de haber peleado por ello. Ha sido una de las mejores experiencias de mi vida, he aprendido mucho a nivel profesional y puedo asegurar que he disfrutado y aprovechado cada minuto de mi estancia en Australia. En realidad, quedarme sin hacer el viaje y perder la oportunidad de formarme por mi enfermedad nunca fue una opción para mí y, ahora que he ganado en experiencia, estoy preparada para mi próximo destino: China me espera.
Sumario
«Quedarme sin hacer el viaje y perder la oportunidad de formarme por mi enfermedad nunca fue una opción para mí»
«Quedarme sin hacer el viaje y perder la oportunidad de formarme por mi enfermedad nunca fue una opción para mí»
Judit MuñozMi nombre es Judit Muñoz, tengo 26 años, soy matemática e investigadora predoctoral y hace cuatro años me diagnosticaron Esclerosis Múltiple. A menudo, las personas que padecemos una enfermedad crónica tenemos que enfrentarnos a más barreras de las que ya nos impone la propia enfermedad; sobre todo a quienes amamos viajar.
Gracias al proyecto europeo GEAGAM, tuve la oportunidad de realizar una estancia de investigación en una universidad de Perth (Australia). Dicha estancia me proporcionaba una oportunidad profesional de formación con los mejores investigadores en mi área, todo un reto tanto a nivel profesional como personal.
Pero la idea de viajar sola por primera vez y al otro lado del mundo estaba lejos de asustarme, por lo que no lo dudé ni un segundo antes de aceptar. La experiencia ha sido inolvidable, pero mentiría si dijera que los meses previos al viaje fueron un camino de rosas.
La experiencia ha sido inolvidable, pero mentiría si dijera que los meses previos al viaje fueron un camino de rosas.
El primer obstáculo con el que me encontré fue a la hora de contratar un seguro médico ya que, en España, no logré encontrar ninguna empresa aseguradora que cubra enfermedades crónicas o preexistentes. Y teniendo en cuenta que en Australia la sanidad es privada, en el caso de tener un brote, podría salirme muy caro. Afortunadamente, descubrí que existen empresas extranjeras que, tras una valoración del historial médico del paciente, ofrecen cobertura a personas con una situación estable.
El segundo inconveniente en mi viaje fue la aduana australiana. Por ley, está prohibido introducir en el país más dosis de la necesaria para tres meses de cualquier medicamento. Desde hace varios años, estoy tratándome con Rebif, un medicamento inyectable de dispensación hospitalaria que tiene que mantenerse en frío. Me puse en contacto con la aduana y la única alternativa que me dieron fue mandar la medicación por correo, pero ninguna empresa de paquetería me garantizaba conservar la cadena de frío tantos kilómetros. Por lo tanto, como no es posible comprarla en farmacias, no tuve más remedio que acortar mi viaje de cuatro meses a tres.
Hace apenas dos semanas que volví y estoy orgullosa de haber peleado por ello. Ha sido una de las mejores experiencias de mi vida, he aprendido mucho a nivel profesional y puedo asegurar que he disfrutado y aprovechado cada minuto de mi estancia en Australia. En realidad, quedarme sin hacer el viaje y perder la oportunidad de formarme por mi enfermedad nunca fue una opción para mí y, ahora que he ganado en experiencia, estoy preparada para mi próximo destino: China me espera.
Sumario
«Quedarme sin hacer el viaje y perder la oportunidad de formarme por mi enfermedad nunca fue una opción para mí»