La Esclerosis Múltiple en una médico
Leire Avellanal. Diagnosticada de EM. Socia de ADEMBI
Es importante aprender a conocernos a nosotros mismos y a reconocer los síntomas que pueden presentarse un día de buenas a primeras y saber si lo que nos ocurre es un brote o un malestar pasajero.
Leire Avellanal
Me llamo Leire, tengo 24 años y soy una de las 2.200 personas afectadas de Esclerosis Múltiple (EM) de Euskadi. Además… también soy médico. Cuando empecé la carrera todavía no estaba diagnosticada, lo que ocurrió cuando tenía 19 años (estaba en 2º), pero por aquel entonces ya tenía algunos síntomas (calculo que desde los 16 ó 17). Comencé con problemas de vejiga, calambres y hormigueos en las piernas. Tras acudir varias veces a mi médico de familia y ante la persistencia de estas inexplicables señales, me derivaron al urólogo de Deusto y, más tarde, al Hospital de Basurto, donde las pruebas urológicas eran relativamente normales hasta que me hicieron una resonancia magnética. Allí fue donde apareció lo que al principio supuso un auténtico drama, no sólo para mí, sino también para mis seres queridos.
No me pregunto por qué me ha tocado a mí, pero sí cómo va a ser mi futuro.Lo único que sabíamos por aquel entonces de la EM es que era una cosa seria. Lo demás era todo un agujero negro de incertidumbre y angustia. Afortunadamente, en la Fundación Vasca de EM (empezando por Begoña, pero todos y cada uno de los que dedican su tiempo a ella) y los neurólogos de Basurto (especialmente el Dr. Antigüedad, el Jefe de Servicio, que vive por y para la EM) nos ayudaron muchísimo desde el primer día y, poco a poco, fuimos poniéndonos al día y aceptando las ‘peculiaridades’ de la enfermedad, como su curso impredecible. De hecho, esto es lo que más me preocupa, porque yo no me pregunto por qué me ha tocado a mí esta enfermedad pero sí cómo va a ser mi futuro.
Lo cierto es que la carrera de Medicina también me ha ayudado a sumergirme en la EM. Tanto en sus partes buenas como en las malas. En un primer momento resultó horrible leer sobre todo lo que me estaba ocurriendo y lo que me podía pasar. Hubo momentos en los que creí volverme loca porque investigaba todo lo que llegaba a mis manos, intentando averiguar qué podría pasarme, pero con el tiempo he aprendido a relativizar la información que está a nuestro alcance. De igual forma, estar dentro me ha servido para conocer todos los avances que se están dando en el campo de la Neurología, saber que no es lo mismo padecer esta enfermedad ahora que hace 20 años y que muchas de las cosas que leemos en Internet no van a ocurrir. Hoy día tenemos fármacos para frenar el avance de la EM y tenerla bajo control, cosa que antes no era así y que nos ha permitido dar un giro de 180º grados al curso de esta dolencia. Además, sigue siendo muy importante aprender a conocernos a nosotros mismos y a reconocer los síntomas que pueden presentarse un día de buenas a primeras y saber si lo que nos ocurre es un brote o un malestar pasajero.
A pesar de ello, reconozco que no es fácil estar ‘en primera línea de fuego’, porque yo misma soy consciente de lo que me puede llegar a ocurrir. Pero, soy también la primera que confía en la Medicina y en las cosas buenas que nos pueden traer la investigación y la constancia de quienes luchan por ella a la gente que sufre enfermedades como la nuestra. Por eso, os animo a que confiéis también. Porque el combate contra la EM está avanzando a pasos agigantados y podemos (y debemos) creer que tanto lo que hay como lo que va a llegar ‘meterá en vereda’ a nuestro mal y terminará con él.
Es importante aprender a conocernos a nosotros mismos y a reconocer los síntomas que pueden presentarse un día de buenas a primeras y saber si lo que nos ocurre es un brote o un malestar pasajero.
Leire AvellanalMe llamo Leire, tengo 24 años y soy una de las 2.200 personas afectadas de Esclerosis Múltiple (EM) de Euskadi. Además… también soy médico. Cuando empecé la carrera todavía no estaba diagnosticada, lo que ocurrió cuando tenía 19 años (estaba en 2º), pero por aquel entonces ya tenía algunos síntomas (calculo que desde los 16 ó 17). Comencé con problemas de vejiga, calambres y hormigueos en las piernas. Tras acudir varias veces a mi médico de familia y ante la persistencia de estas inexplicables señales, me derivaron al urólogo de Deusto y, más tarde, al Hospital de Basurto, donde las pruebas urológicas eran relativamente normales hasta que me hicieron una resonancia magnética. Allí fue donde apareció lo que al principio supuso un auténtico drama, no sólo para mí, sino también para mis seres queridos.
No me pregunto por qué me ha tocado a mí, pero sí cómo va a ser mi futuro.Lo único que sabíamos por aquel entonces de la EM es que era una cosa seria. Lo demás era todo un agujero negro de incertidumbre y angustia. Afortunadamente, en la Fundación Vasca de EM (empezando por Begoña, pero todos y cada uno de los que dedican su tiempo a ella) y los neurólogos de Basurto (especialmente el Dr. Antigüedad, el Jefe de Servicio, que vive por y para la EM) nos ayudaron muchísimo desde el primer día y, poco a poco, fuimos poniéndonos al día y aceptando las ‘peculiaridades’ de la enfermedad, como su curso impredecible. De hecho, esto es lo que más me preocupa, porque yo no me pregunto por qué me ha tocado a mí esta enfermedad pero sí cómo va a ser mi futuro.
Lo cierto es que la carrera de Medicina también me ha ayudado a sumergirme en la EM. Tanto en sus partes buenas como en las malas. En un primer momento resultó horrible leer sobre todo lo que me estaba ocurriendo y lo que me podía pasar. Hubo momentos en los que creí volverme loca porque investigaba todo lo que llegaba a mis manos, intentando averiguar qué podría pasarme, pero con el tiempo he aprendido a relativizar la información que está a nuestro alcance. De igual forma, estar dentro me ha servido para conocer todos los avances que se están dando en el campo de la Neurología, saber que no es lo mismo padecer esta enfermedad ahora que hace 20 años y que muchas de las cosas que leemos en Internet no van a ocurrir. Hoy día tenemos fármacos para frenar el avance de la EM y tenerla bajo control, cosa que antes no era así y que nos ha permitido dar un giro de 180º grados al curso de esta dolencia. Además, sigue siendo muy importante aprender a conocernos a nosotros mismos y a reconocer los síntomas que pueden presentarse un día de buenas a primeras y saber si lo que nos ocurre es un brote o un malestar pasajero.
A pesar de ello, reconozco que no es fácil estar ‘en primera línea de fuego’, porque yo misma soy consciente de lo que me puede llegar a ocurrir. Pero, soy también la primera que confía en la Medicina y en las cosas buenas que nos pueden traer la investigación y la constancia de quienes luchan por ella a la gente que sufre enfermedades como la nuestra. Por eso, os animo a que confiéis también. Porque el combate contra la EM está avanzando a pasos agigantados y podemos (y debemos) creer que tanto lo que hay como lo que va a llegar ‘meterá en vereda’ a nuestro mal y terminará con él.