Cuando la fatiga se apodera de ti
Karmele García, afectada de EM
El cansancio me somete a un ritmo de vida que, para mi gusto, carece de ritmo. Es fácil desesperarse y sentir que nada se puede hacer. Pero cuando el cansancio me lo permite, o aún sin su permiso, intento vivir intensamente.
Karmele Garcia
Bien podría parecer el título de una película de suspense, ya que a muchos os puede resultar tétrico e incluso exagerado. ‘Cuando la fatiga se apodera de ti’ podría ser la historia de algunas personas que viven con EM. Ojala no sea tu caso, pero si lo es me gustaría que te sintieras acompañado con mis palabras y mi experiencia. Soy Karmele García, tengo 29 años y hace ya casi 11 que convivo con la enfermedad. Con mis brotes y mis historias la EM me dejó acabar la carrera, hacer cursos, voluntariados… Una vida «aceptablemente normal».
Pero desde hace unos dos años y medio la fatiga se ha apoderado de mí. Ella marca el ritmo de las cosas, lo que puedo y no puedo hacer, con total y absoluta anarquía. Yo me siento indefensa, como si viviera en la ciudad sin ley, porque nada parece responder a una lógica. Y es muy duro aprender a vivir día a día en el caos, sobre todo si eres una persona como yo, a quien le gusta tenerlo todo bajo control. En mi caso y hoy por hoy, el cansancio es el síntoma predominante de esta caprichosa compañera. Aparentemente parece inofensivo, porque no es tan evidente como una cojera.
Pero camuflado en esa aparente bondad condiciona y limita mi vida de un modo importante. Y en demasiadas ocasiones genera incomprensión. Quizás a los ojos de los otros -los que no comparten 24 horas contigo- sea difícil de imaginar, sobre todo si se te ve con un aspecto «saludable». ¡Pero lo que no se ve también existe! Necesito descansar después de ducharme y hay días que secarme el pelo me resulta horrorosamente cansado. A veces me tengo que tumbar entre plato y plato de la comida. Escribir, leer… Todo resulta demasiado agotador. Ahora no trabajo. ¡¡Y parece que estoy bien!!
El cansancio me somete a un ritmo de vida que, para mi gusto, carece de ritmo. Es fácil desesperarse y sentir que nada se puede hacer. Pero cuando el cansancio me lo permite, o aún sin su permiso, intento vivir intensamente.
Y tengo ganas de hacer cosas, de seguir adelante… aunque sea cansada. Porque todavía no se ha dicho la última palabra…
El cansancio me somete a un ritmo de vida que, para mi gusto, carece de ritmo. Es fácil desesperarse y sentir que nada se puede hacer. Pero cuando el cansancio me lo permite, o aún sin su permiso, intento vivir intensamente.
Karmele GarciaBien podría parecer el título de una película de suspense, ya que a muchos os puede resultar tétrico e incluso exagerado. ‘Cuando la fatiga se apodera de ti’ podría ser la historia de algunas personas que viven con EM. Ojala no sea tu caso, pero si lo es me gustaría que te sintieras acompañado con mis palabras y mi experiencia. Soy Karmele García, tengo 29 años y hace ya casi 11 que convivo con la enfermedad. Con mis brotes y mis historias la EM me dejó acabar la carrera, hacer cursos, voluntariados… Una vida «aceptablemente normal».
Pero desde hace unos dos años y medio la fatiga se ha apoderado de mí. Ella marca el ritmo de las cosas, lo que puedo y no puedo hacer, con total y absoluta anarquía. Yo me siento indefensa, como si viviera en la ciudad sin ley, porque nada parece responder a una lógica. Y es muy duro aprender a vivir día a día en el caos, sobre todo si eres una persona como yo, a quien le gusta tenerlo todo bajo control. En mi caso y hoy por hoy, el cansancio es el síntoma predominante de esta caprichosa compañera. Aparentemente parece inofensivo, porque no es tan evidente como una cojera.
Pero camuflado en esa aparente bondad condiciona y limita mi vida de un modo importante. Y en demasiadas ocasiones genera incomprensión. Quizás a los ojos de los otros -los que no comparten 24 horas contigo- sea difícil de imaginar, sobre todo si se te ve con un aspecto «saludable». ¡Pero lo que no se ve también existe! Necesito descansar después de ducharme y hay días que secarme el pelo me resulta horrorosamente cansado. A veces me tengo que tumbar entre plato y plato de la comida. Escribir, leer… Todo resulta demasiado agotador. Ahora no trabajo. ¡¡Y parece que estoy bien!!
El cansancio me somete a un ritmo de vida que, para mi gusto, carece de ritmo. Es fácil desesperarse y sentir que nada se puede hacer. Pero cuando el cansancio me lo permite, o aún sin su permiso, intento vivir intensamente.
Y tengo ganas de hacer cosas, de seguir adelante… aunque sea cansada. Porque todavía no se ha dicho la última palabra…