Rehabilitación

¿ Cuándo acudir al Psicólogo ?

Publicado por EM Euskadi | | Visto 1398 veces
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Teniendo Esclerosis Múltiple puede resultar útil acudir a la consulta psicológica en diferentes momentos porque las reacciones y modificaciones psicológicas pueden variar según la evolución de la enfermedad. El curso […]

Teniendo Esclerosis Múltiple puede resultar útil acudir a la consulta psicológica en diferentes momentos porque las reacciones y modificaciones psicológicas pueden variar según la evolución de la enfermedad. El curso de la EM conlleva problemas emocionales diferentes en cada momento: en el diagnóstico, al afrontar las relaciones de pareja, familiares o sociales, cuando surgen dificultades en el trabajo, cuando los síntomas limitan la vida diaria, o cuando se producen brotes o un empeoramiento de la enfermedad.

La terapia psicológica ofrece las herramientas o recursos necesarios para hacer frente al diagnóstico de la EM para facilitar este proceso de adaptación, tanto de la persona afectada como de sus familiares y entorno más cercano.

También es necesaria para afrontar la incomprensión que sienten algunas personas y que les obliga a reiterar sus síntomas para que su entorno sea consciente de su verdadera situación, o al acudir a la consulta médica o ante un tribunal para cualquier trámite.

Esta situación se agrava cuando se trata de los llamados “síntomas invisibles”, como pueden ser la fatiga o el deterioro cognitivo, u otros de los considerados temas tabú como las alteraciones sexuales. Como además de ser invisibles, en ocasiones no existen escalas o medidas, se sienten en la necesidad de justificarse continuamente. Otras veces, cuando los síntomas no son evidentes, el entorno, con la mejor de las intenciones, trata de animarles en un momento de tristeza o depresión, diciéndoles que deben estar contentos por estar bien.

Por todo ello, acudir a la consulta psicológica siempre puede resultar beneficioso. Estas terapias no tienen efectos secundarios.

La incertidumbre

El mayor o menor impacto de la enfermedad varía de una persona a otra y cambia con el tiempo, pero todos comparten ese sentimiento de incertidumbre que aparece con el diagnóstico y que perdura en el tiempo. Cada persona tiene su propio concepto de lo que es la calidad de vida. Es natural sentir tristeza o  angustia porque cada cual necesita su tiempo de adaptación. Pero si se observa que no desaparecen estas emociones o que cuesta hacerles frente, no hay que dudar en acudir al psicólogo.

Se recomienda hablar con la familia y los amigos, comentarles cómo se siente y las limitaciones que pueda tener porque disimular estos sentimientos puede ser una fuente de estrés. Y valorar con quién y cuándo se quiere compartir la EM.

Adaptar no es abandonar

Con el diagnóstico surgen las dudas sobre si se podrá seguir trabajando, estudiando o realizando las mismas actividades de ocio que antes. Igual que afecta al proyecto personal de vida, la EM influye en las facetas profesional, educacional y social, por lo que tendrán que ser adaptadas a las nuevas circunstancias. Pero eso no significa dejar de hacerlas. Adaptar no es abandonar. Tampoco hay que imponerse más limitaciones que las que ya se tienen por la propia enfermedad.

La EM pone en peligro tanto la identidad psicofísica de la persona como su vida social. Esta percepción puede activar mecanismos como la agresividad para afrontar un obstáculo insuperable. En otros casos predomina la regresión, es decir, la vuelta a formas de comportamiento y de reacción típicas de periodos evolutivos precedentes como puede ser el egocentrismo, la negación de la situación patológica o la proyección, lo que ocasiona inactividad o aislamiento social, entre otras.

El shock tras el diagnóstico

Los trastornos afectivos más frecuentes por la EM son la depresión, la ansiedad o el estado eufórico sin motivo. Y entre las reacciones emocionales más habituales destaca el shock que se produce inmediatamente después del diagnóstico y que produce un bloqueo del cuerpo y las emociones para proteger a la persona del dolor. No obstante, también es posible que las personas que lleven tiempo presentando síntomas, vivan el diagnóstico como cierto alivio momentáneo. Tras este shock inicial, es probable que aparezca la negación, ya que los primeros síntomas pueden desaparecer y es posible que los brotes sean poco frecuentes. En esos casos hay gente a la que le resulta más fácil continuar como si la Esclerosis Múltiple no estuviera presente en su vida. Pero, en el momento en el que realmente se toma conciencia de la existencia de la enfermedad, aparecen reacciones de pánico, tristeza o rabia e incluso ira, que pueden volverse sobre la propia persona y generar sentimientos de culpa. El llanto, el dolor, la desolación, la confusión o el miedo a no volver a ser capaz de querer, o a no ser querido o aceptado por los demás, son también reacciones habituales.

Evolución de la enfermedad

A diferencia, de otras enfermedades, en el caso de la EM la situación psicológica puede verse según su evolución. Esto significa que no hay un único proceso de adaptación o aceptación, sino que es un continuo, a medida que van surgiendo los diferentes síntomas y limitaciones.

Y ser conscientes del impacto del bienestar emocional en la calidad de vida de las personas. Las situaciones de estrés pueden afectar físicamente a una persona con EM  y, de la misma manera, la mejoría a nivel emocional revierte en una mejoría física.

La terapia psicológica puede ayudar a poner en marcha recursos individuales. Por ejemplo, es esencial desarrollar buenas estrategias de control del estrés que ayuden a comunicar las propias necesidades, así como estrategias para la resolución de problemas.

Aunque suele costar más reconocer la necesidad de ayuda psicológica que física, ya que juicios y creencias erróneas pueden llevar a pensar que no se necesita, verlo como un signo de debilidad o que es para gente que está peor, hay que buscar y pedir la ayuda que se necesite de los demás. Pedir ayuda no es signo de debilidad sino de madurez.

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